La importancia de los rituales personalizados para superar el duelo.

En ausencia de A.

El duelo como proceso de elaboración de la pérdida de algo o alguien que queríamos es un fenómeno universal. No por por tanto de extrañar que cada cultura desarrolle rituales que se adoptan tras la muerte del ser querido que podrían ayudar a superar dicha pérdida. Desde el punto de vista antropológico el duelo tiene unas funciones a nivel social. Durkheim, (citado por Harris) estudió los ritos funerarios de los aborígenes australianos. Para este colectivo la expresión ritual de los sentimientos, particularmente en forma de obligaciones de duelo de los parientes, tendría además la función de comprometer la solidaridad del grupo.

Tylor (Harris,1996) señalaba tres funciones de los rituales de tránsito que encajan con el duelo:

  • Validación y refuerzo de los valores del grupo en un momento de disturbio psicológico.
  • Refuerzo de los lazos dentro del grupo.
  • Reconocimiento del nuevo estatus dando a conocer al grupo dicho cambio.

Así pues, la pérdida individual acaba teniendo un aspecto comunitario, donde se ritualizan las pérdidas para ofrecer de manera sistemática ayuda a los dolientes y favorecer los lazos grupales.

El duelo en la Mancha.

Por ejemplo, en la Mancha, el proceso de duelo se ritualiza con el concepto de “luto”. Durante el periodo de luto, la persona que ha sufrido la pérdida se viste de negro, para simbolizar el dolor que sufre por la ausencia de su ser querido. El vestido negro es frecuente durante la ceremonia del entierro, pero también durante varios meses o años que dure su periodo de “luto”. Dicho luto no solo será una manera de simbolizar el dolor psíquico de su pérdida, sino que modulará los comportamientos de quienes les rodean, quienes les prestarán por ejemplo más cuidados. Durante este periodo, se entenderá que la persona que está de luto no tiene compromiso con eventos sociales, especialmente festivos, ni dará muestras públicas de alegría.

Esos primeros días, será habitual que las personas de confianza aparezcan con comida para los dolientes, pues suponen que con el desbarajuste y el dolor no serán capaces de cubrir sus necesidades más básicas, como la comida. Para poco a poco ir retirando esa ayuda.

Cara y cruz

Todo tiene su cara y su cruz. El positivo, es manera estandarizada de saber cómo cuidar a las personas que están pasando un mal momento, donde no será necesario explicitar que tipo de ayuda necesitas pues ya está marcado por la tradición social.

En negativo, en zonas donde la tradición es muy marcada los dolientes pueden llegar a sentir que ese rito es demasiado agobiante y estandarizado, que no les permite desarrollar el duelo a su manera. Con los tiempos o rituales que esa persona necesite.

Pero en la sociedad actual, más marcado por los ritmos productivistas del mercado y con una pérdida de ritos sociales, los procesos de duelo se ven relegados a un segundo plano. Pues lo importante es que la persona que está en duelo se incorpore cuanto antes al trabajo y vuelva a producir. No se dejan espacios para elaborar la pérdida y los antiguos ritos que podrían haber ayudado ya no encajan con nuestra forma habitual. Es por eso necesario que encontremos las maneras adecuadas para cerrar nuestros procesos de duelo.

Un ejemplo personal: la pérdida A.

superar el duelo
Autora ilustración: Aurora Gómez

A. es una luchadora, siempre resistiendo todas las precariedades y aportando alegría a todas las luchas cotidianas en el barrio. Su risa es expansiva y generosa, sale a borbotones de su cuerpo como un géiser incontrolado. Un día fue a prepararse un café, y simplemente murió.

Para las amigas y vecinas fue un shock, la noticia corrió como la pólvora. Los amigos siempre han tenido roles más difusos en estos rituales de pérdida, y acercarnos a un ritual habitual no nos representaba y nos generó bastante malestar. Fuimos, porque era lo que el ritual suponía que teníamos que hacer, pero había algo que nos hacía sentir incómodas. No sentíamos que fuera el cierre adecuado.

Además, en el contexto comunitario donde conocimos a A. estábamos acostumbradas a elaborar todos los procesos en colectivo, desde las alegrías a las luchas. Por tanto, no sabíamos como gestionar el dolor de manera manera individual.

Las plantas: un ritual propio

Al día siguiente, la hermana de A. nos llamó a varias vecinas y nos dijo: ¿Qué hago con las plantas de A.? ¿Las queréis?. Y eso nos representó más.

De manera orgánica nos organizamos entre todas las vecinas y amigas de A. y nos plantamos en su casa. Era una casa pequeña, donde crecían plantas sin orden ni concierto plantadas en los recipientes más inverosímiles. No había planta que no existiera en su casa, desde sencillos pothos a frondosos áloes, pasando por decenas de plantas sin nombre. No había fruta o vegetal que pasara por sus manos que no intentara cultivar, y los vasitos con semillas de aguacate, albaricoques y hasta puerros se acumulaban por todos las repisas y espacios posibles. Todas crecían. Era una colección de plantas absurda, fascinante, estridente y generosa, como nuestra amiga.

Cuando las amigas nos sentimos en su casa, rodeadas de su jungla urbana, estallaron las anécdotas sobre ella, como había conseguido cada planta, pequeñas interacciones cotidianas y grandes gestos de generosidad que la caracterizaban. Nos fuimos abrazando, reconociendo y consolando nuestra pérdida. Quedándonos con las lecciones de vida que A. nos había dado.

Poco a poco fuimos vaciando la casa de plantas, llevándonos cada vecina una maceta, que simbolizaba nuestra parte de relación con A. Y en ese pequeño ritual improvisado encontramos la manera de decir adiós y cerrar ese capítulo de nuestras vidas, cuidando la plantita como cuidamos su recuerdo.

Como lección de esta experiencia me quedo que los rituales de duelo son útiles, pero me desharé de ellos cuando no lo sean para mí, y crearé nuevos rituales de significado propio con cada persona o pérdida que necesite elaborar.

Elaboraciones colectivas de la pérdida

Un ejemplo precioso de elaboración colectiva del duelo en la comunidad activista LGTBQI es el Quilt del Sida. Es un proyecto que se inició en los 80, donde las personas dolientes iban poniendo “parches” que les recordaban a sus familiares, uniéndolos a otros “parches”, hasta crear una manta increíblemente gigante. Actualmente consiste en más de 48.000 memorias individuales en forma de parches (sobre 94.000 personas) y pesa más de 54 toneladas.

Quilt del Sida y Activismo LGTBQI
Wikipedia: imagen del Quilt del Sida en el monumento de Washington.

En la época que se comenzó a elaborar el Quilt, las muertes por SIDA eran una epidemia pública que las autoridades intentaban tapar y estigmatizar a quienes la sufrían. Así pues, reivindicar el dolor no solo permitía superar el duelo, sino que sacaban a la luz lo que el sistema quería que estuviera oculto.

Al visibilizar lo invisible, re-elaboran la pérdida privada como pérdida social. Y por eso el dolor pasa de ser privado a convertirse en una herramienta política.

Al visibilizar lo invisible, re-elaboran la pérdida privada como pérdida social. Y por eso el dolor pasa de ser privado a convertirse en una herramienta política.

Bibliografía

  • Durkheim, E. (2001). Las formas elementales de la vida religiosa. Madrid: Alianza
  • Harris, M. (1996). Antropología cultural. Madrid: Alianza.
  • Van Gennep, A. (1986). Los ritos de paso. Madrid: Siglo XXI
  • Blauner, R. (1966) Death and social structure. Psychiatry, 29:378-394.
  • Bowlby, J. (1980). Loss: sadness and depression. London: The Hogarth Press.
  • Bowlby, W.L. (1983) The impact of death on the family system. Journal of FamilyTherapy, 5:279-294.
  • Neimeyer, R. A. (2007). Aprender de la pérdida: una guía para afrontar el duelo. Barcelona: Paidós.
  • De Temple, J. (1987). Grief therapy from an antropological point of view.
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