Ya no puedo concentrarme cuando leo un libro:

¿Es culpa de la tecnología?

Este artículo pertenece a la sección "Comportamiento Digital", con la que colaboro en el programa de PostApocalipsys Nau de Radio Vallekas. Puedes consultar nuestra sección en El Salto Diario, Ivoox o descargar el podcast entero aquí:

Hoy vamos a hablar de cómo la tecnología puede estar influyendo en nuestra capacidad de concentración, y en concreto la lectura. Si piensas: ya no puedo concentrarme cuando leo un libro este artículo te interesará.

De modo que vamos a comenzar lanzando una pregunta a los lectores: ¿Cúal es el último libro que habéis leído? ¿En qué formato?

La sensación de que ya no te puedes concentrar cuando lees

Hace un par de meses me llamó la atención esta experiencia personal, que mucha gente compartió porque consideró que se sentía identificado:

Durante los últimos años, he tenido la incómoda sensación de que alguien o algo ha estado escarbando en mi cerebro, remapeando mi circuito neuronal, reprogramando mi memoria.

Mi mente (…) está cambiando.

Y no pienso como solía pensar. Y puedo sentirlo de manera más fuerte cuando estoy leyendo. Sumergirme en un libro o artículo largo solía ser fácil. Mi mente solía engancharse bien en la narrativa bien el el argumento, y podía pasar horas leyendo largos pasajes de prosa.

Pero este ya no es el caso.

Ahora mi concentración comienza a dispersarse después de dos o tres páginas, mis dedos bailan, pierdo el hilo, y comienzo a mirar otra cosa más que hacer. Me siento com si tuviera que hacer un esfuerzo para reenfocar mi cerebro al texto.

La lectura profunda que antes solía ser algo natural ahora se ha convertido en un esfuerzo. Nicholas Carr, The Athlantic (N. Carr, 2008)

¿Sería verdad que la lectura digital estaba cambiando nuestra forma de pensar? ¿Estaría dañando nuestra capacidad de concentración?

Como afecta la tecnología a la concentración

Y chapoteé en un montón de artículos periodísticos que trataban el tema, partiendo de una premisa: que en 10 años habíamos bajado nuestra rango de atención de 12 a 9 segundos («Science: You Now Have a Shorter Attention Span Than a Goldfish | Time», s. f.), que los dispositivos tecnológicos estaban afectando negativamente a nuestra capacidad de concentrarnos, y por tanto de lectura. Leí cientos de titulares que decían que ahora tenemos menos memoria que un pez de colores.

Y cuando me sumergí en una lectura profunda, más allá de los titulares encontré tres problemas :

  • Que es un mito que los peces de colores tengan falta de memoria, atención o capacidad de concentración.
  • Que la fuente original del estudio de 12 a 9 parece muy poco fiable.
  • Y que dichos estudios solo tienen como objetivo caracterizar a las distintas generaciones desde un punto de vista de márketing de consumo.

De modo que los titulares sobre que la capacidad de atención que estaba encogiendo era un nuevo mito que se estaba volviendo viral por internet. (Maybin, 2017; Subramanian, 2018)

Descartando otros factores que afectan a la falta de atención

Cuando leí este testimonio de Nicholas Carr, mi parte clínica no pudo pensar en otros factores que puede afectar a la capacidad de concentración en lectura. Por ejemplo:

  • La falta de sueño
  • Ambientes con distracciones
  • Ansiedad
  • Depresión
  • Anemia
  • Trastornos como déficit de atención
  • Exceso de Cafeína o Teína
  • La carga mental
  • Algunos medicamentos
  • Y que la falta de concentración es parte normal de un proceso de envejecimiento.

Cuando he seguido escuchando estas quejas en gente de mi entorno, sigo con la duda de si estamos hablando factores, o realmente los cambios tecnológicos han cambiado nuestra forma de pensar, y nuestra capacidad para la lectura profunda.

El libro es un artefacto tecnológico

Lirbo

Cualquier científica evolutiva se reiría ante la afirmación de que las herramientas como internet han cambiado el cerebro de la especie humana, ya que los cambios evolutivos tardan tropotillones de años en aplicarse, y esta tecnología apenas lleva 40 años con nosotros.

Lo que sí puede pasar, es que individualmente nuestro cerebro es tan plástico que es capaz de adaptarse al entorno, aceptando los nuevos cambios. Ejemplos de ello lo tenemos en la reorganización neuronal que se produce ante daño cerebral y físico (ej. amputaciones). Donde el cerebro se reorganiza para adaptarse al cambio.

Y volviendo a los libros, tal y como los conocemos son un artefacto tecnológico, que ha ido cambiando con los años (desde las tablas de piedra, a las de madera o cera, papiros enrrollados, libros de cuero, la aparición de la imprenta etc.) Y cada cambio tecnológico que han tenido han producido fuertes impactos sociales, como es el caso de la imprenta. (N. Carr, 2020; N. G. Carr, 2015; Wolf & Stoodley, 2018)

Y sin duda, las herramientas que utilizamos condicionan nuestra manera de escribir y por tanto pensar. ¿Quien no se ha quejado amargamente de que en el exámen escrito hubieran sacado mejor nota si lo hubieran escrito a ordenador o con boli? ¿O viceversa?

Hay una anecdota con Nietzsche, cuando estaba sufriendo problemas de visión se compró uno de los primeros modelos de máquinas de escribir. Y su entorno advirtió que su forma de expresarse había cambiado sustancialmente.

Pero, ¿Será verdad que como cuenta Nicholas Carr ya no leemos tanto porque Google nos está haciendo estúpidos (N. Carr, 2008)? ¿Que las microlecturas han desplazado nuestras lecturas reposadas de libros?

Evidentemente son dos tipos de lectura distintas, no solo por el formato (ya que leer en ebook una novela se sigue pareciendo mucho a hacerlo en papel), la posibilidad del hiperenlace, o el efecto de la luz azul en nuestro organismos, sino porque la mayoría de nuestras lecturas digitales se ven bombardeadas por los mercaderes de atención.

Los mercaderes de atención

Porque lo digital está diseñado para ser adictivo, ya que las fuerzas económicas que lo sustentan son la sustracción de datos (que exige desviar la atención hacia otro sitio), y la economía de la atención (donde lo que importa es captar tu atención para influir en tu manera de pensar, actuar o consumir).

Esto es lo que Tim Wu define como “mercaderes de atención” (Wu, 2016). En el libro homonimo, Wu analiza como ha sido la evolución (e industralización) de las tecnologías que han permitido cultivar la atención de las grandes masas para conseguir que se enrolen en el ejercito, vender un crecepelo o que votes a un determinado candidato político.

Leer es un hábito, y ha sido desplazado

Más allá de los testimonios personales, siempre es buena idea acudir a las grandes encuestas poblacionales para ver la extensión de este fenómeno. Para ello unna encuesta que recomiendo bastante es la de hábitos lectores, que nos indica que a diferencia de lo que intuitivamente podríamos pensar, la cantidad de personas que han leído en los últimos años (y la cantidad de libros está aumentando). Eso sí, suele persistir el patrón de que la etapa evolutiva en la que más leemos (y disfrutamos) sigue siendo la adolescencia y niñez.

Y a diferencia de lo que comenta nuestro amigo Nicholas Carr, es España las cifras son bastante optimistas:

Resultados del barómetro de hábitos lectores (2018)

Mujer Leyendo

  • Se incrementa el número de lectores de libros en España hasta el 65,8%. El 59,7% de los españoles lee por ocio en su tiempo libre, al margen de por trabajo o estudios.
  • Las mujeres leen más libros, revistas y redes sociales. Los hombres más prensa, cómics, webs, blogs y foros online.
  • La falta de tiempo sigue siendo el principal argumento de los no lectores para explicar su falta de hábito (47,7%).
  • El 76,3% de los españoles mayores de catorce años leen algún tipo de contenido en soporte digital, 18 puntos más que en 2012. La lectura de libros en formato digital es menor que la de prensa o redes sociales, pero crece de manera significativa: del 11,7% de 2012 al 27,2% en 2017.
  • El 40,3% de la población sólo lee en papel, mientras que un 20% ya lee libros en su tiempo libre en soporte digital.
  • El lector digital es un lector más intensivo, lee una media de 16,7 libros al año, frente a los 11,6 del lector que sólo lee en papel.
  • La lectura en menores tiene un gran protagonismo. El 80% de los jóvenes entre 10 y 14 años son lectores frecuentes. A partir de entonces se reduce el porcentaje de lectores y crece el peso de la lectura digital.

(«Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros 2017», s. f.)

Me gusta la propia definición de hábitos lectores, porque la lectura tiene algo de eso, algo de hábito que se entrena, algo de ritual. Y en un mundo cada vez más ajetreado, es más fácil ajustar nuestros hábitos tecnológicos que son más inmediatos, llevan menos tiempo y exigen menos energía, a sumergirse en las profundidades de un libro el tiempo que se merece.

Si pienso en mi momento rituald de lectura en la niñez y adolescencia, era durante las horas de siesta manchega , cuando el calor exterior es insoportable y el resto de gente duerme. Y lo añoro, porque paradójamente ahora tengo un acceso ilimitado de libros, pero no tengo el espacio ni momento para hacerlo.

Esa falta de tiempo que también sugiere los resultados de la encuesta. Nuestra dulce excusa.

Y no siempre se plantea la opción de leer vs coger el teléfono en igualdad de condiciones. Si vas en el metro, apretujado y con distracciones, y solo tienes 10 minutos. ¿Cogerías el teléfono para leer las últimas noticias o el libro?

Librr2

Resumen

En resumen, la lectura en sí un artefacto cultural y tecnológico que está mediado por una tecnología que es el libro, y cambia nuestra forma de pensar gracias a la plasticidad de nuestro cerebro. Los medios tecnológicos ofrecen otros formatos, y añaden nuevas potencialidades para los mercaderes que roban tu atención y está diseñado para ser adictivo, con lo que es lógico que cuando lees “Crimen y Castigo”, y te vibra una notificación en el móvil dejes el libro. Porque ese era el objetivo.

Si notas que ya no puedes concentrarte cuando lees un libro, revisa los factores biológicos que hemos comentado anteriormente. Y sobre todo no te desesperes, la concentración es un hábito que se puede volver a adquirir, siempre y cuando tu objeto de atención de motive lo suficiente. No será lo mismo leer el temario de unas oposiciones de agrimensor que poder leer por primera vez «La isla del Tesoro».

Si queréis volver a disfrutad de un buen libro, primero encontrad el espacio y tiempo que os permita hacerlo. Desconectad todos los cacharritos y ¡disfrutad!